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Digitalizar a los nativos digitales

Se dice que son una generación distinta. Que aprenden de forma diferente. Porque mientras estudian y hacen sus tareas, miran videos en YouTube, escuchan el último playlist de Spotify, textean a través de WhatsApp, revisan imágenes en Instagram o estados en Facebook y navegan, por supuesto, en la web. Y todo ello lo hacen de forma simultánea.

Investigadores como Prensky (2001), Howe y Strauss (2000) y Tapscott (1997), entre otros, fueron de los primeros en plantear que, producto de la interacción que los niños establecen con la tecnología desde su nacimiento –en que conocen o aprenden la realidad desde lo digital–, habrían desarrollado la capacidad de realizar actividades de forma simultánea, lo que en inglés se conoce como multitasking.

Según los teóricos, las nuevas generaciones contarían con la habilidad de interrumpir sus actividades y volver a enfocarse en su quehacer de forma inmediata, sin que ello afecte negativamente el rendimiento en las tareas que realizan (Sweller, Kirschner y Clark, 2007).

Sin embargo, en los últimos años se han comenzado a cuestionar las ideas anteriormente planteadas. La primera es que, a casi dos décadas de las teorías desarrolladas por estos investigadores más futuristas, aún no hay estudios que avalen científica y consistentemente la plasticidad cerebral que los menores supuestamente habrían desarrollado. Es más, no existe evidencia de una mayor capacidad para realizar actividades de forma simultánea sin mermas atencionales.

El problema es que algunos padres y profesores han alterado la forma en que se relacionan con sus hijos y estudiantes, convencidos de que no son compatibles con la visión de vida que tienen, dadas las marcadas diferencias en la forma de interactuar con el mundo que la tecnología introduce.

Una de las ramificaciones quizás más relevantes en ese sentido es que se ha debilitado la mediación parental. Frente a la incapacidad de algunos padres de seguir los avances que muestran sus hijos en el uso de estos medios, han optado por renunciar a su rol de mediadores, y aun cuando estén en desacuerdo con sus hijos al creer que están tomando decisiones incorrectas, no intervienen en estas situaciones por pensar que no entienden bien el contexto en que se desarrollan.

Es decir, la idea del nativo digital le ha dicho a los padres que, básicamente, no deben ser padres: “porque no entienden a sus hijos”. Pero la verdad es que nosotros también éramos diferentes a nuestros padres, y nuestros padres a nuestros abuelos. Sin embargo, ellos sí mediaban. Lo peor es que el nativo digital es un mito…

Les voy a dar solo un ejemplo: En Chile se desarrolló el SIMCE TIC, un instrumento que evalúa la alfabetización digital en estudiantes. Uno de los aspectos centrales que midió fueron las competencias necesarias para acceder a la información, entenderla y procesarla de tal manera que se pueda llegar a desarrollar un nuevo producto informativo en el medio digital. Mi punto es el siguiente: a pesar de ser “nativos digitales”, solo el 1,8% de los estudiantes chilenos cuenta con un nivel avanzado en este aspecto (Ministerio de Educación, 2014).

Es cierto, los “nativos digitales” son extraordinarios para navegar por la web, socializar por redes sociales, compartir fotos en Instagram, cambiar status e imágenes en Instagram, producir y editar videos en YouTube, pero solo un 1,8% tiene habilidades altas para analizar información y transformarla en conocimiento.